En un lugar al fin del mundo en medio de un paisaje dominado por el río, un lago, la cordillera y los pumas, vive una tribu de mujeres mágicas que dominan la naturaleza. Mujer y tierra; mujer y fuego; mujer y agua. Los elementos obedecen sus voces y el lenguaje de las diosas encanta el paisaje. "Alguna vez fuimos. Nosotras, las que hablábamos con el bosque. Los ríos nos obedecían y las montañas tronaban bajo nuestras órdenes", nos narran.

Sin embargo, ese mundo primigenio se romperá por la llegada de los conquistadores españoles, que con violencia y codicia quiebran el equilibrio de la naturaleza y sus habitantes. "Llegaron ellos, los de cuerpo de metal, que deseaban y tomaban. Ellos, con sus armas incomprensibles que convertían la piel en humo". Luis Miranda es el conquistador que ve en este territorio salvaje la oportunidad para enriquecerse y alcanzar la gloria. Ignora las advertencias sobre las mujeres que habitan los bosques indómitos que crecen alimentados por un río extraordinario: Bravía, cuyas aguas viven y laten al son del lenguaje de las mujeres de la tribu. Él no logra comprender la magia originaria, la voz de la tierra y se lanza con seguridad y arrogancia en contra de un mundo que le es ajeno. El enfrentamiento será brutal.

En "Mujer de Tierra Mujer de Fuego; la Voz de las Mujeres del Fin del Mundo", Alejandra Brañes Araya nos presenta una leyenda basada en la idea del matriarcado original, utópico, de una sociedad que es capaz de vivir armónicamente con la naturaleza. A través de una historia apasionante, la autora crea una leyenda que destaca la importancia del lenguaje y su poder de dar vida y muerte; libertad y esclavitud. El lenguaje es la llave que utiliza la tribu para comunicarse con su entorno; perder su voz arcaica, implica el riesgo de la destrucción de su cultura. "Las palabras se abren y te atrapan como serpientes. Su veneno te detiene el corazón, te paraliza los pensamientos y los amolda como si fueran de barro", dice desesperada una de las protagonistas.

Cuerpos de tierra, cuerpos del bosque, cuerpos de fuego: en cada una de las mujeres de la tribu moran las Diosas creadoras. "Un día lluvioso ellas se reunieron y bailaron y rieron bajo el agua. Nosotras nacimos de la mezcla de sus risas y de las gotas de lluvia al caer en la tierra. Cuando nos vieron, nos amaron y nos entregaron el dominio del bosque. Nos besaron y en sus besos aprendimos sus palabras y sus conjuros".

Esta novela es una invitación a recuperar la voz de las mujeres y su poesía, su espíritu salvaje, su capacidad de encontrarse con la tierra y la energía de la naturaleza. Es un canto a la resistencia, a la valentía, a la lucha diaria que dan las mujeres por su autonomía y empoderamiento. También es un llamado a respetar la tierra, a cuidarla y sentirnos parte de ella.