Este ensayo inicia con la pregunta de el por qué la apatía generalizada de los jóvenes hacia la cultura, entendida como transmisión de saberes y puntos de vista a través de las humanidades y literatura, que los lleva a rechazar las prerrogativas de sus maestros sobre las lecturas y enseñanza que se les quiere entregar. Dilucidar la problemática de su falta de interés es tomado como un problema mayor, una incógnita que se desea responder desde una perspectiva motivacional. Cuestionando y explicando el hecho de que no aprovechen todo el aparataje tecnológico que tiene para descubrir y aprender rutas más civilizatorias y atractivas de ser. Entrever nuestro avance solo a nivel de comodidades y consumo será también clave para responder las preguntas que se desprenden desde aquí, explicándolo a través de lo que nos dice la filosofía budista.
Hay un elemento polémico: presentar a la filosofía occidental como inferior a los sistemas orientales, entendiendo que, desde sus bases, desbocó a través del tiempo en una serie de fantasías por pretender dar más valor como materia de estudio al objeto antes que al sujeto y su forma de conocer. Si bien en sus orígenes había una cierta insistencia en la introspección, esto se olvidó de forma apresurada, cuestión que se mantiene como sello inconfundible, aún hoy, en la filosofía oriental y que permite un mejor vislumbre de lo que somos y lo que es la base del funcionamiento de la realidad. Asumiendo que esta superioridad se patentiza en descubrimientos actuales en la física cuántica y neurociencias, mismas que los budistas formularon hace siglos desde sus inicios (al modo como lo hizo Demócrito de Abdera con su teoría atómica, por ejemplo) y cómo esos mismos impulsores de estas ramas de la ciencia se apoyaron en esas filosofías orientales para entender mejor las proyecciones de sus avances.
El abordar el pensamiento oriental desde su perspectiva científica, o más bien como una ciencia de la mente antes de que la ciencia se afinque en Occidente, permite mostrarla como una plataforma atractiva para aquellos que tengan interés en estos temas de forma racional y objetiva. Es por eso que nos adentramos en nuestros sistemas de pensamiento para ir esclareciendo lo que en común tienen con los aportes intelectuales del Levante. Serán las conclusiones de Platón, Aristóteles, la puerta de entrada, sin embargo, las teorías de Kant y Schopenhauer las concluyentes para comprender mejor las hipótesis de los budistas y taoístas.
El intento de erigir conexiones de la filosofía Occidental con las filosofías orientales no es nuevo, por lo mismo se hace una crítica precisa al método que más comúnmente se ha difundido desde un tiempo hasta ahora y esa es la vinculación que se hace entre la fenomenología de Husserl con las técnicas budistas, demostrando que es una equivocación, puesto que ambos métodos epistemológicos van por caminos muy separados.
Divulgar y convencer sobre las ventajas que tendrían estás filosofías en los programas educativos para establecer una visión más ajustada del ser humano es prioridad, junto con desvelar la razón de porqué con esta comprensión interna se amplía el entendimiento del mundo exterior también, reconectando con el objetivo principal de la filosofía, que es hallar la verdad y no como mero instrumento subordinado a la ciencia, como pretende la filosofía analítica, haciendo a la vez un enérgico cuestionamiento a la filosofía de corte continental, que derivó en naufragios semánticos de dudosa calidad filosófica a la sociedad postindustrial. Serán los autores clásicos de Asia quienes nos guíen: Lao-Tsé, Confucio, a la par de las concepciones de la ciencia de Thomas Kuhn y también Ortega y Gasset, sin despreciar las comparaciones que la cultura popular nos ofrece, no a la manera de un Savater, pero sí lo suficientemente didácticas para esclarecer puntos un tanto complicados para la mayoría.