- Caminante de los estadios de la vida, nunca uno supo demandarte demasiado, siempre algo te haría continuar, eternamente cambiar, eternamente renovar, eternamente recombinar. Tú te seguiste pensando y aun así, esto no fue suficiente, de experiencia en experiencia, ninguna de ellas fue suficiente, de pensamiento en pensamiento, ninguno de ellos fue suficiente. Así fuiste deshaciéndote de tus cortezas, creando y deshaciendo tus cosmogonías, te viste desnudo, te olvidaste del deber ser y la forma determinada, dejaste de llamar al triunfo como tal, dejaste de llamar al fracaso como tal, en ti las palabras se desvanecieron, tus pensamientos dejaron de plasmarse y comenzaron a vivirse; sin preocupaciones tú de nuevo te encontraste, distinto, eternamente inagotable; ¿acaso podrías tú definirte?, ¿acaso podrías tú relatarte?; ¿qué es aquello que extrañas con tanto fervor?, ¿acaso existen las palabras, regalos de aquel tan ansiado punto final?

- Hoy, entre latido y latido, la vida se desliza demasiado corta dentro de mí. Acaso yo nunca me extrañé tanto así, ¡en forma semejante!; acaso, por ello, todas las cosas sencillamente vienen en mí sólo para partir. ¿Acaso puedo yo contarte mis sentimientos, mi vida tal cual yo la viví? ¿Podría yo explicarme cristalino, explicar mi mundo y mi eterno caminar? Toda explicación siempre proviene de un convenido, ¡y cuántas veces yo por ello me equivoqué!; mi argumento ¡si lo hay! es un secreto para mí, como el tuyo y el de aquel otro también, mi frente solo tiene lugar para cicatrices; de mi vida hice mi filosofía; ¡mírame!, ¡si yo sólo soy el amante de lo real!, ¡el eterno huérfano de tierras desconocidas, eternamente sin categorías!, si yo soy, ¡y nunca mejor dicho!, de los raros.

- Por ello yo te amo escurridizo, ahora que ya no puedes definirte más, exhausto de cercarte, exhausto de encontrarte solamente para perderte de nuevo; ¿cómo podría yo verte a los ojos sin titubear?, ¿qué es aquello que nunca dejará dentro de ti? Tú que amas la noche y amas el silencio, ¿de dónde proviene tu impulso?, ¿qué es aquello que te transforma, que te destruye y ¡siempre! te devuelve?; yo te pregunto: ¿Quién eres tú mi amante fiel?, ¿quién eres tú provocador? Yo lo sé, yo lo adivino, tú eres lo inesperado, la vela encendida jugando a hurtadillas con el viento, el canto de los bosques tras la hermosa furia de un solitario andar; hoy yo te veo correr, hoy yo te veo pedir por más, hoy yo te veo descubrirte mi niño otra vez...